En los últimos 20 años la investigación acerca del cerebro ha avanzado de
forma extraordinaria. En este período se han obtenido más hallazgos que en los
siglos anteriores.
Conceptos como el de la neuroplasticidad, el desarrollo cerebral del niño y
el adolescente, la neurogénesis durante toda la vida, la importancia del sueño
para la memoria... han supuesto un tremendo avance en el conocimiento de los
procesos biológicos que se desencadenan al aprender.
Gracias a la Neuroeducación, los profesores podemos conocer cómo
funciona el cerebro consiguiendo unos procesos de enseñanza y aprendizaje mucho
más eficaces, dando un papel relevante al sistema límbico o emocional.
No se trata de que el profesorado se convierta en un especialista en
psicología o en neuropsicología sino en tener un mayor conocimiento del
cerebro, lo cual nos va a permitir adaptar sus métodos de enseñanza a las
necesidades específicas de cada persona, su estilo de aprendizaje, su actitud,
o el ambiente en el aula, entre otros factores.
La sociedad está cambiando y los alumnos del siglo XXI tienen nuevas
necesidades. Cada día nos encontramos en el aula con alumnos con diferentes
realidades y motivaciones particulares.
Esto hace que el profesor deba reflexionar que para conseguir mejores
resultados se hace necesario un nuevo modelo de enseñanza que
se adapte a esas necesidades. Un modelo que tenga en cuenta
que cada alumno es único y diferente, y que,
por tanto, su forma de aprender también es diferente.
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